Un enemigo que nos sobrevive

Por Gracia Angulo

A la memoria y olvido de Silvia Solórzano y José Manuel Agüero. A los hijos de la guerra. Al tiempo”. Con esta de­dicatoria brutal, José Car­los Agüero (Lima, 1975), el escritor e historiador que nos entregó esa obra fundamental que es Los rendidos. Sobre el don de perdonar, apertura su más reciente obra, el poema­rio Enemigo (Intermezzo Tropical, 2016).

Y no podía ser de otra forma, porque Agüe­ro entrega aquí una ex­ploración profunda sobre los fantasmas personales que persisten en él tras un tiempo atroz como el de la guerra interna. El es­critor habla desde estas sombras, recuerdos y sue­ños, instancias gaseosas que se constituyen en este poemario como los espa­cios en los que emergen las cicatrices, las huellas de esta memoria dolorosa y escindida.

Los tres poemas que componen Enemigo pa­recieran ras­trear tres de los grandes temas que se aborda­ron, en otro tono, en Los rendidos, pero ya no desde la reflexión sobre los discursos de la memo­ria, el con­cepto de víctima y la es­tigmatización de ciertos dis­cursos y voces en el escenario pú­blico, sino des­de una conmove­dora indagación personal, en la que destacan imágenes recu­rrentes como la del mar vas­to y sin bor­des, la persis­tencia de los sueños similar a ese oleaje que no cesa, la ma­terialidad de los cuerpos (el barro, la sangre, la carne, el pellejo), el fuego como instancia que purifi­ca, y la guerra y sus tentá­culos. Inventario, Enemi­go y Estirpe recorren, así, los fantasmas y el peso de la mirada de los otros, re­tratados como animales sin rostro que lo miran, que lo acechan; la mirada desdo­blada del sujeto poético a sí mismo, al enemigo que lleva adentro y que se ali­menta de sus propios mie­dos; y el legado o la trans­misión de las culpas, del estigma, de esas cenizas de sus muertos que permane­cen en él.

Resulta inevitable, pues, no establecer paralelis­mos, no ceder ante las ga­nas de releer algunas de las citas marcadas en Los ren­didos, como esta que co­pio y que explica, para mí, esta persistencia de Agüe­ro en elaborar un discur­so crítico y personal de la memoria: “Corriendo ha­cia la playa, como hago to­dos los veranos, mirando el mar, hace tiempo que supe que la casa que me dejaron mis padres, la muy maldi­ta, no me abandonaría ja­más. Porque es la casa que me habita”. Y es que la me­moria y sus huellas no pue­den ser un discurso clausu­rado; se trata más bien de uno en constante reelabo­ración, una búsqueda por conquistar una identidad que concilie, que enmien­de, que sane, una identidad que no se erigirá mientras el “enemigo no acabe de despedirse”

Tomado de: http://www.radioexitosa.pe/impresa/expl82403-la-invencion-de-morel--gracia-angulo-un-enemigo-que-nos-sobrevive?platform=hootsuite

Exitosa, 17 de mayo de 2016

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